Dicen que es el cine porno más lujoso y antiguo del mundo, también el más grande. El cine Teresa cuenta con 3105 asientos y se erige como una de las construcciones más imponentes de San Juan de Letrán, alias, el Eje Central. Su presencia no puede pasar desapercibida en una de las calles más concurridas y comerciales de la Ciudad de México; es testigo muy activo de miles de historias de diversidad citadina que se tejen con el pretexto de las proyecciones de películas picantes para caballeros.
La historia se remonta a los últimos días del siglo XIX cuando el cine llegó a México (1896), en ese entonces algunos lo consideraron una curiosidad científica condenada al olvido, pero se equivocaban, pues el cinematógrafo se volvió popular porque permitió, por poco dinero presenciar espectáculos de manera más accesible que el teatro. Con los años, no sólo se volvió un artilugio eficaz para la propaganda pos- revolucionaria sino también un elemento de status económico para un país cuya economía estaba en franco ascenso. Eran los días del “Milagro Mexicano” y los empresarios no dejaron ir esa oportunidad de modo que México en su transformación de sociedad agrícola a industrial se sirvió del cine y las salas se volvieron parte esencial del entorno.
El cine Teresa vio sus primeros días como una construcción severa y un tanto burda con un arco y líneas art déco, en 1924, sobre la todavía estrecha avenida san Juan de Letrán. Esta construcción fue derribada parcialmente en 1939 cuando la calle debió ampliarse debido al creciente número de autos y personas circulando. La ciudad de México se modernizaba irremediablemente.
El ingeniero Francisco Serrano, tenía en 1939, una larga trayectoria remodelando cines y construyendo nuevos con un estilo muy particular de esplendor interior e impresionantes marquesinas con estilo art decó tardío pero muy efectivo. Entre sus obras más importantes están el cine Encanto (1937), en la colonia San Rafael, contaba con cinco niveles y un elevador para llevar a los 4000 espectadores. Por desgracia fue demolido después del sismo de 1957 y el cine Teresa que se inauguró el 9 de junio de 1942 con el estreno de la película El Hijo de la Furia.
La reinauguración del Teresa, cuyo nombre se relaciona a los amores del antiguo dueño, se promocionó como un cine para señoritas y ellas pagaban menos por entrar. Su envidiable ubicación hacía que las personas acudieran a él desde lugares diversos para vivir la lujosa experiencia del cine en una sala con acabados de lujo: relieves de las musas que parecían flotar sobre la pantalla gracias a un efecto de luz azul, réplicas de esculturas clásicas en el lobby, butacas acojinadas y hasta un sistema de calefacción para mantener la temperatura contínua. Sin embargo, los buenos tiempos no fueron eternos, el Milagro Mexicano llegó a su fin, y junto con sus vecinos Maya, Coloso, Princesa y Variedades vivió la decadencia, pues la industria cinematográfica mexicana cambió a finales de los 50. Los monopolios de distribución obligaron a muchos empresarios a vender sus decadentes salas, los dueños del Teresa se negaron y han sido víctimas del boicot comercial pues para proyectar estrenos deben esperar hasta la cuarta semana y pagar 60 por ciento de la entrada. Ante esto proyectar cine porno se volvió una opción viable ante los cambios urbanos y económicos.
Si se pasea por las calles aledañas es posible ver la enorme estructura del cine, vestigio de esas magnas construcciones del séptimo arte como concepto urbano. Podemos ver cómo los años pasan y que la construcción, a pesar de los cuidados del dueño que refiere en esta entrevista del Universal, poco puede contra el tiempo. También nos cuenta de grandes cambios en la vida cotidiana de la ciudad. No sólo de en la zona que está muy lejos del rescate del Centro histórico, también nos dice cómo con la popularización de la televisión primero, de la videocastera, el DVD, el cable, el internet y demás inventos, la gente ya no acude al cine; las enormes salas se quedaron vacías. El ritual de ver películas se modificó desde ser un gran evento al que la gente acudía con sus mejores galas hasta “hacer cualquier cosa” sin salir de casa. Yo tuve la fortuna de “agarrar” los últimos años de las salas de cine enormes en los 80 y lo guardo como un gran recuerdo de mi niñez. Ustedes ¿cuando fue la última vez que disfrutaron una sala de cine por si misma como algo especial?
El cine Teresa que se niega a morir es un gran rincón del Centro Histórico, como un vestigio de glorias pasadas y espero que sus días como cine porno no sean eternos y que no termine sus días como el cine Chaputepec (hoy Torre Mayor) o como el cine Latino (hoy en proyecto de rascacielos) y espero algún día poder entrar y ver las musas sobre su pantalla.
Fuentes:
Juan Solís, Cine Teresa, catalogado patrimonio cultural arquitectónico, en el Universal, Domingo 9 de junio de 2002.
Imágenes:
Skyscrapercity: los cines de la ciudad
La historia se remonta a los últimos días del siglo XIX cuando el cine llegó a México (1896), en ese entonces algunos lo consideraron una curiosidad científica condenada al olvido, pero se equivocaban, pues el cinematógrafo se volvió popular porque permitió, por poco dinero presenciar espectáculos de manera más accesible que el teatro. Con los años, no sólo se volvió un artilugio eficaz para la propaganda pos- revolucionaria sino también un elemento de status económico para un país cuya economía estaba en franco ascenso. Eran los días del “Milagro Mexicano” y los empresarios no dejaron ir esa oportunidad de modo que México en su transformación de sociedad agrícola a industrial se sirvió del cine y las salas se volvieron parte esencial del entorno.
El cine Teresa vio sus primeros días como una construcción severa y un tanto burda con un arco y líneas art déco, en 1924, sobre la todavía estrecha avenida san Juan de Letrán. Esta construcción fue derribada parcialmente en 1939 cuando la calle debió ampliarse debido al creciente número de autos y personas circulando. La ciudad de México se modernizaba irremediablemente.
El ingeniero Francisco Serrano, tenía en 1939, una larga trayectoria remodelando cines y construyendo nuevos con un estilo muy particular de esplendor interior e impresionantes marquesinas con estilo art decó tardío pero muy efectivo. Entre sus obras más importantes están el cine Encanto (1937), en la colonia San Rafael, contaba con cinco niveles y un elevador para llevar a los 4000 espectadores. Por desgracia fue demolido después del sismo de 1957 y el cine Teresa que se inauguró el 9 de junio de 1942 con el estreno de la película El Hijo de la Furia.
La reinauguración del Teresa, cuyo nombre se relaciona a los amores del antiguo dueño, se promocionó como un cine para señoritas y ellas pagaban menos por entrar. Su envidiable ubicación hacía que las personas acudieran a él desde lugares diversos para vivir la lujosa experiencia del cine en una sala con acabados de lujo: relieves de las musas que parecían flotar sobre la pantalla gracias a un efecto de luz azul, réplicas de esculturas clásicas en el lobby, butacas acojinadas y hasta un sistema de calefacción para mantener la temperatura contínua. Sin embargo, los buenos tiempos no fueron eternos, el Milagro Mexicano llegó a su fin, y junto con sus vecinos Maya, Coloso, Princesa y Variedades vivió la decadencia, pues la industria cinematográfica mexicana cambió a finales de los 50. Los monopolios de distribución obligaron a muchos empresarios a vender sus decadentes salas, los dueños del Teresa se negaron y han sido víctimas del boicot comercial pues para proyectar estrenos deben esperar hasta la cuarta semana y pagar 60 por ciento de la entrada. Ante esto proyectar cine porno se volvió una opción viable ante los cambios urbanos y económicos.
Si se pasea por las calles aledañas es posible ver la enorme estructura del cine, vestigio de esas magnas construcciones del séptimo arte como concepto urbano. Podemos ver cómo los años pasan y que la construcción, a pesar de los cuidados del dueño que refiere en esta entrevista del Universal, poco puede contra el tiempo. También nos cuenta de grandes cambios en la vida cotidiana de la ciudad. No sólo de en la zona que está muy lejos del rescate del Centro histórico, también nos dice cómo con la popularización de la televisión primero, de la videocastera, el DVD, el cable, el internet y demás inventos, la gente ya no acude al cine; las enormes salas se quedaron vacías. El ritual de ver películas se modificó desde ser un gran evento al que la gente acudía con sus mejores galas hasta “hacer cualquier cosa” sin salir de casa. Yo tuve la fortuna de “agarrar” los últimos años de las salas de cine enormes en los 80 y lo guardo como un gran recuerdo de mi niñez. Ustedes ¿cuando fue la última vez que disfrutaron una sala de cine por si misma como algo especial?
El cine Teresa que se niega a morir es un gran rincón del Centro Histórico, como un vestigio de glorias pasadas y espero que sus días como cine porno no sean eternos y que no termine sus días como el cine Chaputepec (hoy Torre Mayor) o como el cine Latino (hoy en proyecto de rascacielos) y espero algún día poder entrar y ver las musas sobre su pantalla.
Fuentes:
Juan Solís, Cine Teresa, catalogado patrimonio cultural arquitectónico, en el Universal, Domingo 9 de junio de 2002.
Imágenes:
Skyscrapercity: los cines de la ciudad