miércoles, octubre 21

Escucho y veo a don Porfirio




Porfirio Díaz como presidente de México presenció cómo muchos avances tecnológicos se insertaban en la vida cotidiana del país que entraba en la modernidad. En los albores del siglo XX dos inventos llamaron la atención del general dejándonos testimonio.
El gramófono invento de Tomas A. Edison nos permite escuchar la voz del presidente en una carta al inventor grabada en agosto de 1909. Llama la atención como Díaz duda un poco ante la nueva tecnología:



El otro invento es el cine. Los hermanos Lumiére enviaron a México a los señores C. J. Bon Bernard y Gabriel Vayre que mostraron el cinematógrafo a la familia Díaz en el castillo de Chapultepec el 6 de agosto de 1896. La exhibición causó tal maravilla que se programaron varias sesiones donde se presentaron vistas mexicanas que por supuesto incluían la presidente, como se puede ver a caballo por el bosque de Chapultepec:



Referencia: Aurelio de los Reyes, Los orígenes del cine en México (1896-1900), México, FCE, SEP, Lecturas Mexicanas, 1983, 250pp. fts.

martes, octubre 20

Haz de la noche un día. Luz en las calles de la Ciudad de México 2/2

En 1848, después de la guerra con Estados Unidos se comenzó a usar trementina para iluminar con 500 lámparas especiales que se compraron a una compañía de nuestro vecino del norte, cuyo personal enseñó el manejo de las lámparas y verificaron el buen funcionamiento de todo por un mes. Hasta entonces, 60 años después, se sustituyeron en las calles principales la mayoría de lámparas de aceite que se instalaron desde tiempos virreinales y que continuaron alumbrando las calles menos céntricas.

La trementina daba una luz más blanca y limpia que necesitaba menos cuidados, sin embargo su alto costo pronto se volvió un problema. En 1850 una de las entonces habituales epidemias de cólera impidió a muchos trabajadores sacar brea para elaborar trementina y satisfacer la demanda; entonces hubo que volver al aceite por un tiempo. La ciudad contaba aquel año con 1623 luces.

En este punto estamos muy lejos de lograr eliminar las diferencias entre noche y día. La pobre iluminación limitaba a las personas y los modos de vida que, hoy en día, nos parecerían muy extraños. Tan solo el acto de entrar a una iglesia apenas iluminada con velas, seguramente lograba impresionar al más recio, con visiones titilantes, místicas tan dolorosas como esperanzadoras de imágenes religiosas que invitaban a la meditación más que a la curiosidad como sucede estos días que están completamente visibles con luz eléctrica muy potente. Imaginemos las luces de 1853, con apenas 1635 faroles 50 en los portales y palacio que alumbraban toda la noche. Cada lámpara de aceite consumía tres onzas en las noches de verano y tres y media onzas en las noches de invierno.



En 1855 el ayuntamiento logró comprar mil lámparas más de trementina ampliando la zona iluminada y llevando las lámparas de aceite que se sustituyeron, a zonas que nunca antes tuvieron este servicio. Entonces se construyeron cuarenta columnas de fierro y sus farolas para iluminar la plaza de armas y sustituir las viejas patas de gallo de madera.

Apenas después del Segundo Imperio mientras Juárez restauraba la República se instaló el alumbrado de gas cuyas primeras luces aparecieron en septiembre se 1869 (130 años después que los primeros intentos de un virrey), en las calles de Plateros y San Francisco, es decir nuestra ahora peatonal calle de Madero. Las luces de gas finalmente sustituyeron a las de trementina en el centro, como 19 años antes sustituyeron a las de aceite; muchas calles de la ciudad entonces, tenían tres clases de luz: gas, trementina y aceite que se usaba en lugares apartados, pues era accesible a los particulares incluso los más pobres por su bajo precio.




Por un decreto el 23 del 23 de marzo de 1878 se relevó a los guarda faroles de sus obligaciones de policía nocturna, sus funciones desde los lejanos años de la Nueva España, y se creó la Compañía de encendedores conformada de la siguiente manera:

Un comandante con sueldo mensual de $141.00
Cuatro jefes $60.00
Un escribiente $25.00
Un cabo de reserva $25.00
61 encendedores $0.75 diarios cada uno
2 encendedores en cárceles con igual sueldo
a un costo de 1,890.50 pesos mensuales.


Se hicieron cargo de 2090 luces de gas, 1041 lámparas de trementina y 22 de aceite aún públicas

En 1881 se acordó acabar con las lámparas de aceite que quedaban incluso en las calles lejanas pero el proceso fue muy lento y ese mismo año se introdujo la luz eléctrica. Había ya 40 focos de luz eléctrica que comenzaron a sustituir al gas como había pasado antes con la trementina y el aceite.

“desde 1881 hasta 1890 la ciudad de México ofreció un espectáculo verdaderamente interesante, con sus cuatro sistemas de alumbrado que caracterizan otras tantas épocas diferente: la lámpara de aceite al lado del arco voltaico; la trementina y el gas en esos dos extremos. Al dar un paseo del centro a extramuros se hojeaba la historia del alumbrado” p. 59


El aceite se uso en el alumbrado público mexicano durante un siglo, se suprimió finalmente el 4 de marzo de 1890. Las personas sin muchos recursos intentaron sustituirlas usando petróleo y nafta. Las luces de trementina continuaron alumbrando hasta la noche del 24 de marzo de 1899 pues el 25 ya trabajaba la compañía mexicana de electricidad. Las lámparas de trementina y sus materiales fueron retiradas de las calles el 25 de marzo y ese día desaparecieron los postes y faroles que habían guardado las lámparas de aceite, después de trementina por 109 años.

La ciudad tuvo por fin alumbrado eléctrico y el proceso para hacer de la noche un día no se detuvo desde entonces.


Referencias:
En google books
Rafael R. Arizpe, El alumbrado público en la ciudad de México estudio histórico, México, Tipográfica y litográfica la Europea, calle de santa Isabel n. 6 1900. 206 pp.

Imágenes:
skyscrapercity

Haz de la noche un día. Luz en las calles de la Ciudad de México 1/2

Para nosotros no importa la hora, la vida nunca se detiene a pesar de la noche y lo oscuro que esté, disponemos de miles de watts de energía para iluminar nuestras actividades, por eso existimos miles de personas que trabajamos tarde y nos desvelamos hasta el amanecer, es fácil olvidar valorar la cantidad de energía necesaria para lograr esto y que no siempre fue así. Apenas a principios del siglo XX la Ciudad de México tuvo alumbrado público eléctrico que se percibió como un signo de progreso durante las fiestas del centenario, pero antes de esto la ciudad tuvo pequeñas luces en la oscuridad nocturna, miremos algo de sus antecedentes.



Antes del alumbrado general la vida pública de las personas terminaba al irse el sol , por eso se acostumbraba levantarse al amanecer y aprovechar la luz lo más posible; por las noches las calles quedaban prácticamente vacías, salir era bastante peligroso pues a uno le podía pasar casi cualquier cosa. Los virreyes ilustrados intentaron reformar la ciudad para hacerla más funcional, todo acorde a la modernidad y la razón, por eso en 1777 el entonces virrey Revillagigedo promovió la idea de alumbrar las calles del mismo modo que se hacía en París en esos días, con luz producida por mechas de ixtle o algodón impregnadas de grasa o brea colocadas en la esquina de las calles, el bando indicaba que eran los mismos habitantes quienes debían comprar y mantener las lámparas.


Como era de esperarse no tuvo mucho éxito y la iniciativa fue quedando en el olvido hasta que en 1789 el mismo virrey decidió invertir fondos para esta obra pública de iluminar las calles de la ciudad. Así compraron faroles de vidrio con lamparitas de hoja de lata, mechas impreganadas con aceite de nabo en postes de madera o fierro que se llamaban patas de gallo y tuvieron bastante éxito, tanto que en 1790 se presumía al rey de España su logro de esta manera:

“Desde mañana 4 del corriente estarán alumbradas con los nuevos faroles las calles principales inmediatas al Coliseo al cuidado de un guarda mayor, un teniente y los correspondientes guarda- faroles; los cuales desde las once en adelante dirán la hora que es en alta voz, todos llevarán su nombramiento firmado por el intendente corregidos con expresión en las calles que cuidan, a fin de que siendo conocidos de las patrullas y rondas puedan darles auxilio en caso necesario. Todo lo que prevengo a V. S. Para que disponga que tenga por su parte el más exacto cumplimiento.”


Esta iniciativa estaba acompañada del primer reglamento del ramo donde se indican los deberes del guarda mayor, el teniente y los guarda faroles, que debían ser también guardas nocturnos, una suerte de policía con la obligación de atrapar a los delincuentes y prestar auxilio a los vecinos. Para septiembre se 1790 ya había por la ciudad 1079 lámparas de aceite. Por supuesto el dinero no salía de las arcas reales, las pagaban los impuestos de los novohispanos, específicamente el arancel de tres reales por cada carga de harina que se introducía a la ciudad; esto se inserta dentro de las reformas Borbónicas que terminaron por molestar tanto a los novohispanos que se consideran un antecedente fundamental de la lucha por la independencia.




Así el alumbrado de Revillagigedo duraba de las oraciones del anochecer hasta las 10 de la noche, y no se encendía en las noches de luna llena, pues ésta resultaba en iluminación suficiente para las calles seleccionadas para iluminarse. No podemos olvidar que en las afueras de la ciudad y su periferia la gente mayormente mestiza e indígena no podían acceder a estos lujos de la modernidad.
Para los primeros años de vida independiente después de la guerra y difícil reorganización el servicio de alumbrado había decaído. La ciudad requería entonces, mayor cantidad de luces y mejorar las ya existentes.

En 1830 hubo una iniciativa de establecer el alumbrado de gas, más eficiente y luminoso, como en las ciudades más modernas y hasta se comenzó a negociar un contrato pero se abandonó. En 1834 el gobierno del Distrito Federal convocó a una suerte de licitación para el contrato y entró en conflicto con el ayuntamiento que se encargaba del alumbrado desde 1790. La suprema Corte cedió el control del alumbrado a al gobernador del distrito y el ayuntamiento debió entregarlo en noviembre de 1835. Entregaron 1512 lámparas de las cuales sólo 164 alumbraban toda la noche en los portales y palacio municipal y los demás se pagaban durante las noches de luna llena como era costumbre.
El alumbrado volvió al control del ayuntamiento bien pronto, en 1840 por mal cumplimiento del contrato de gas antes celebrado por el gobernador. Por años la inestabilidad política y social del país detuvieron los planes de alumbrado de gas e incluso los de fluido líquido e hidrógeno líquido cuya instalación nunca llegaba a concretarse.

(continuará...)

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