lunes, mayo 25

De cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba

¿Qué puedo decir? Nací durante la Guerra Fría, cuando era niña había una remota pero real posibilidad de que la Unión Soviética atacara a los Estados Unidos y todos murieramos achicharrados por lo menos. Por supuesto para la época Reagan - Gorbachov la confrontación entre los líderes del mundo bipolar estaba más en el discurso que en la vida cotidiana, es que con los años la tensión del conflicto se diluyó. Echemos vistazo a la paranoia que se vivía durante los últimos años de la década de los 50 y los 60.
Para acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial y dejar bien clara la hegemonía resultante Estados Unidos utilizó no una, dos bombas nucleares sobre Japón, los resultados en pérdidas materiales y humanas a corto y largo plazo son una verdadera pesadilla cuya difusión alertó al mundo entero sobre el uso y el daño de estas armas que en los primeros años sólo los estados Unidos habían desarrollado. Pronto en Moscú se pusieron a trabajar para resultar en un “equilibrio del terror”
Según algunos cálculos:
[...] en caso de un intercambio nuclear masivo, la URSS perdería entre 120 y 150 millones de sus ciudadanos; Estados Unidos, entre 110 y 120. El tiempo de vuelo de un misil era inferior a treinta minutos.” <1>

Por supuesto esta destrucción asegurada impidió que una tercera guerra mundial se iniciara, a esta certeza se le llama Mutually Assured Destruction o MAD, justo la idea a la que hacen alusión Stanley Kubrick y Peter Sellers en la película Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb de 1964 donde un error humano desata un ataque mutuo y el fin del mundo.



Y es que la destrucción total era un miedo real, admito que no se si la sociedad soviética pasó por esta psicosis pero la estadounidense la padeció realmente y para muestra, un par de ejemplos:
The Fallout Shelter – Existían en el mercado varias formas de proteger a la familia de un holocausto nuclear, su promoción era de hecho una política gubernamental del periodo Kennedy desde 1961. <2> En 1962 se popularizó este manual de Chuck West para construir uno suficientemente útil para sobrevivir.



El contenido del librillo era el siguiente:
1.Ahora es el momento
2.Cómo puedes sobrevivir a una guerra nuclear
3.Construye un refugio ahora
4.Cómo construir un refugio
5.Ten un plande acción ahora
6.Mientras estás en el refugio
7.Evacuación
8.El camino de regreso

Por supuesto se vendía la idea que después de un tiempo en el refugio las cosas volverían a la normalidad, sin embargo suena a mera mercadotecnia, lo mismo que las mascaras antigas para niños con formas de edulcorados animalitos que no hacen más que disfrazar la paranoia.

Duck and cover – Este cortometraje animado se difundió en las escuelas de Estados Unidos desde 1951, se trata de un instructivo para reaccionar correctamente ante el resplandor de una bomba atómica, inspirado en los instructivos de protección civil ante los tornados y terremotos, lo que resulta en una animación didáctica y un tesoro sobre la época del terror de la Guerra Fría, así que háganse un espacio para ver el video, que nunca se sabe que pueda pasar, por cierto:
Norcorea dice estar lista para batalla contra EU vía El Universal en Twitter




<1> Francisco J. Amparán, Historia moderna y contemporánea II, México, Mc Graw Hill, 2009, p. 192 y ss.
<2> Es útil traer a cuenta la peícula Mi Novio Atómico (Blast from the past, 1999) Donde Brendan Fraser sale a la superfici después de toda una vida encerrado en el refugio familiar pues sus padres creyeron vivir un ataque nuclear.

Vía:
Ovejas eléctricas
wardomatic
Flickr

martes, mayo 19

Emilio Rabasa y la vida cotidiana en México del siglo XIX

Cuando el padre Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe y se inició la lucha por la independencia de México cambió el modo de hacer política, la manera de comerciar, entre otros aspectos, y poco a poco se consolidó un nuevo país. Sin embargo hubo cosas esenciales que no se modificaron pues la mayoría de la población siguió viviendo prácticamente igual y es que la conformación de un país moderno ha sido un proceso largo y muchas veces penoso.

Pensemos en la religiosidad mexicana, en ella, el barroco y la cosmovisión prehispánica se mezclaron para hacer de la relación con lo divino algo puramente sentimental, tanto, que muchas veces salió del control de los ideológos de la Iglesia. Tal vez por esa razón, al Santo Oficio nunca le faltó trabajo.

En el siglo XVIII las ideas ilustradas se introdujeron en México y algunos personajes intentaron normar las prácticas religiosas de la población porque tanto sentimiento y exageración barrocos les parecían no sólo de mal gusto, sino algo alejado de la búsqueda del bienestar y la felicidad. Los ilustrados encontraban incomprensible la idea de sufrir para llegar a la vida eterna (como los flagelantes y penitentes de Semana Santa), no veían que la cultura popular busca en la religión una suerte de empatía con la divibidad sufriente y calmar sus preocupaciones al refrendar con Dios el pacto de salvación que asegura la supervivencia de todos, además que les trae entre otras cosas, salud y buena fortuna.

Después de la Independencia el liberalismo continuó con las críticas a las prácticas religiosas pues consieraban que eran dañinas para las personas y que sólo fortalecían el poder de la Iglesia frente al Estado y la pugna entre ambas instituciones fue una constante y determinante en la inestabilidad del país durante buena parte del siglo que nos vio nacer como nación.


José Agustín de Arrieta, escena de mercado, óleo sobre tela, siglo XIX

Hasta que los liberales finalmente triunfaron después de la Guerra de Reforma o guerra de los Tres Años (1857-1861), las cosas realmente cambiaron para las mayorías pues verdaderamente se trastocó la vida cotidiana y la religiosidad debió hacerse, por lo menos en lo legal, de una manera privada y discreta pues en México “siempre se halla el modo” y ya para el porfiriato algunos detalles se pasaban por alto. Esta es la situación que relata Emilio Rabasa en su novela corta La Guerra de los tres Años que se publicó en el periodico El Universal en julio de 1891.

El relato transcurre en un pueblito porfiriano “cualquiera” que en este caso se llama el Salado donde se enfrentan la autoridad y las beatas por la celebración de una procesión del santito local; san miguel Arcángel.
El autor contrapone al liberal, adorador de Juárez, piensa que cualquier expresión pública religiosa significa menos preciar la memoria de los mártires de la Guerra de los Tres Años y piensa que la autoridad civil está por encima de todo, incluyendo a los curas y el pueblo que se olvida de ser liberal ante el pretexto de una fiesta religiosa organizada por un grupo de beatas exageradas que no salen muy bien libradas bajo la pluma de Rabasa.

La novela amena incluye varios ejemplos de vida cotidiana decimonónica, pelea de gallos, fiestas de iglesia, juegos hasta la cárcel donde van a dar el cura y el emperifollado santito ante el berrinche de las beatas que llevan el caso ante la esposa del gobernador quien decide resolver el asunto como buen porfirista mediando, paga por otra vía la multa del cura (y san miguel), y promueve a la autoridad local para salir del problema y cuumplir como ra el mandato oficial las leyes de Reforma pero de manera hábil para “ no chocar de frente con los sentimientos arraigados del pueblo”

Me parece que vale la pena buscar esta novelita, la ficha es esta: Emilio Rabasa, La Guerra de los Tres Años, México, Editorial Cultura, 1931, 105pp. Ils.
Yo agradezco a Angélica Velázquez del IIE el préstamo.

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