martes, junio 21

Takashi Murakami


Dicen por ahí que para el historiador del arte es mejor lidiar con los artistas muertos, yo estoy de acuerdo casi siempre pero, incluso para una ñoña del pasado como yo, hay algunos artistas contemporáneos que son entrañables, es el caso de Takashi Murakami que, a propósito de su doodle para celebrar el verano, merece un espacio en este blog.

Murakami, el ilustrador no el escritor, nació en Tokio en 1962, es creador del concepto "superflat" para describir su obra y la de sus seguidores, un arte bidimensional. Bonito, ¿no es así?, extremadamente cursi y decorativo; cientos de bolsas Louis Vuitton con el diseño de Murakami se vendieron precisamente por "monas". No es de extrañar, el movimiento lowbrow art en el que se inscribe este artista utiliza recursos como estos para lograr un efecto no racional que es lo contrario de la experiencia estética. Es decir "lo Kitsch".
El Lowbrow art al que también pertenecen Mark Ryden y Marion Peck, pretende elevar las expresiones plásticas de las subculturas como el otaku o el gótico a las grandes galerías llenas de arte intelectualizado, como un recurso de la ironía del consumismo posmoderno. Murakami logró con esta idea exponer ni más ni menos que en Versalles:



Se trataba de oponer el arte culto o highbrow con expresiones vanas, una suerte de profanación del espacio museístico que llevara a miles de personas que normalmente no acuden, tal como sucedió con la obra de Jeff Koons en el mismo espacio. Todo un éxito conceptual y económico, por cierto ¡cuánto le habrán pagado por el doodle?







lunes, junio 13

Pedacitos de lo perdido

En la esquina de Avenida Juárez y Balderas existía un hotel que por su historia y trágico destino se volvió legendario: el Regis.
A pesar de su aspecto porfirista, su inauguración data de 1914, ocupaba buena parte de la propiedad que fue el convento de San Diego, a un costado de la Alameda. Durante los años 20 le añadieron una salita de cine muy elegante de estilo afrancesado con capacidad para 650 personas que podían admirar la decoración y el plafón en forma de bóveda, además de estrenos nacionales e internacionales.

En la década de 1940 el empresario Anacarsis "Carcho" Peralta compró el hotel, con su excelente ojo para los negocios, lo convirtió en un lugar aún más selecto por su esmerado servicio y decoraciones de lujo para adquirir fama internacional.
El céntrico edificio contaba con alberca, exquisitos baños de vapor, peluquería, farmacia, billares, y por supuesto, el bar Capri, donde se presentaba Agustín Lara, y que, con el bar el Quijote, donde amenizaban grandes orquestas, además del Cine y el Hotel del Prado que el arquitecto Carlos Obregón Santacilia diseñó en la contra esquina en 1933, hicieron de la Avenida Juárez una zona cosmopolita y llena de animada vida nocturna durante los años de bonanza económica, consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y, el Milagro Mexicano, que se prolongó hasta finales de los 50's, la misma época de oro del cine mexicano.

Las paredes del Regis nos contarían las intimidades de sus huéspedes tan famosos como Pedro Infante, María Félix, Jorge Negrete, Frank Sinatra, Marilyn Monroe y Richard Nixon, entre otros muchos, pero las paredes no hablan, y menos esas que ya no existen. El Regis, se desplomó e incendió durante el sismo de 1985, el mismo que dejó herido de muerte a su competencia, el Hotel del Prado, con todo y su mural de Diego Rivera acerca de la Alameda. Avenida Juárez se convirtió en una ruina y los grandes consorcios hoteleros buscaron ubicarse lejos del Centro histórico que por décadas cayó en el abandono. La ciudad de México nunca vovió a ser la misma.




Donde estuvo el Regis hoy vemos una plaza llamada de la Solidaridad, aunque más bien parece parque de los ninis de la tercera edad. No es un lugar bonito, pocos se aventurarían ahí por la noche, ni con la novedad del carrusel tan colorido que pusieron. El piso roto y levantado por todas partes, nos recuerda la dificultad de construir en esta ciudad y las joyas arquitectónicas y de la vida cotidiana que se destruyeron hace 26 años. Por eso llama la atención ese lugar, en la calle Colón, junto a la plaza, es un pequeño restaurante desde los años 50's: el Trevi (La fuente de los deseos).



Es como un pedacito del tiempo detenido, en 1955, el logotipo, las vidrieras, el mobiliario de vinil, el menú que ofrece café y pastelitos o chocolate con churros y helado en bandejitas de acero inoxidable para disfrutar mientras se mira la Alameda o a través de la plaza, los cambios de la Avenida Juárez que, de a poco, vuelve a ser un lugar de agitada vida de negocios, aunque no de vida nocturna.

En el Trevi, hay un par de murales; vinílica sobre triplay, en la planta baja y vinílica sobre el muro, en el primer piso, pero no se fijen en esas características técnicas, que no importan, pues son este tipo de murales los que dieron personalidad y alegría a miles de negocios en el siglo XX, desde pulquerías hasta marisquerías y cantinas, por decir algunos felices ejemplos. El primer mural alude a la Fontana de Trevi en Roma y el segundo, el más especial, es un homenaje al paisaje de Juárez y Colón en 1955.






De izquierda a derecha, el Hotel del Prado, y su diseño como latas de sardina apiladas, el Monumento a la Revolución, el almacén Salinas y Rocha con sus escaparates y el edificio H. Steele, de la compañía estadounidense de los relojes Haste, que también se derrumbó en 1985; el cine Regis con su maravilloso anuncio como cartela que aparece en tantas películas como Mátenme porque me muero de Tin Tán (1951), y en el extremo derecho, el Trevi, nuevo y reluciente para no desentonar con sus emblemáticos vecinos.



En el Trevi hay cientos de historias, cientos de vistas que nos cuentan la de la Ciudad de México, anden vayan, los atenderá don Pablo quien sirve a los comensales desde 1981 y le encanta contar a los clientes sobre los días anteriores al sismo, los corredores del Prado y las maravillas del Regis, no se arrepentirán.


*Las imágenes son mías, excepto el cartel del Regis que proviene de La Ciudad de México en el tiempo, vayan y visítenlos son geniales.



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