sábado, mayo 2

La mujer mexicana del déco a través de los ojos de Ernesto García Cabral y las portadas de “Revista de revistas” (parte 1)

Contexto

México posrevolucionario, una temporalidad que se percibe como de una necesaria refundación social, en este país urge una reafirmación, ante el contexto internacional, una necesaria demostración de cómo este país latinoamericano, encajaba perfectamente en el contexto de la modernidad.

La población ante un escenario más prometedor que el siglo anterior, esperaba tiempos mejores que los del siglo XIX, con los nuevos gobiernos, “emanados de la revolución” Sin embargo esta tranquilidad se rompería muy pronto ante el conflicto Cristero de modo que una vez más la contradicción hizo mella en la dirección de un país que a momentos dejaba de parecerse altan anhelado ideal moderno.

Una de las condiciones de posibilidad para que México fuese moderno, me refiero claro, en el sentido aceptado por la mayoría, ya entonces dirigida de facto por Estados Unidos, fueron los medios de comunicación, a partir de los cuales (la radio y en mayor medida los medios impresos), irrumpieron en las mentalidades masivamente, presentando prototipos de ensueño que en un sentido estricto eran muy difíciles de ignorar. Los modelos de belleza de entonces en Hollywood, además de la publicidad de las revistas “cuyos anuncios ofrecieron la posibilidad de alcanzar el estado de modernidad y cosmopolitismo tan anhelado por la sociedad”(1) 1os modelos que en su conjunto ayudaron a romper sobre todo fuera de México con los vestigios de la rígida moral victoriana. Por lo mismo me parece conveniente partir explicando el contexto artístico internacional, para volver, yendo de lo general a lo particular, en las influencias del movimiento déco en el trabajo de Ernesto García Cabral.

Si se intentara resumir en una sola palabra la intencionalidad de las formas y composiciones, presentadas en este momento histórico, seguramente nos decidiríamos por triunfalismo, palabra que se refleja en las expresiones de este movimiento decorativo, durante mucho tiempo despreciado pero que sin embargo, encaja en el periodo entre los años que median las dos guerras mundiales, definidos muchas veces como “locos”. Tengo para mi, que la década de los veinte fue libre, por la amplia gama de posibilidades que se abrían, pero que son cortadas de tajo a partir de 1929, donde esa libertad se transforma en una necesidad de huir de la realidad.
El maquinismo y el triunfalismo del hombre sobre la naturaleza, dominaron entonces las formas, donde el desarrollo de los medios de producción, le permiten al arte insertarse dentro de una estructura social de necesidades, nunca antes vista: La masificación de las producciones, también tocó al arte, por lo que la línea entre artesanía o simple objeto de uso cotidiano y un objeto estrictamente artístico y por tanto único, llegó a perderse; tal como ya se había visto con el precedente del Art déco, la vanguardia llamada Bauhaus.



Los modelos de clara influencia alemana, la figura larga y siniestra del Nosferatu del cine en 1922, o las sombras del Cabinete del doctor Caligari, sin olvidar las propuestas visuales de Metrópolis, película que a través del futurismo expone el ideal estético de esta época, son buenos ejemplos de las imágenes que me interesa evocar para este texto, imágenes que llegaron a ser recibidas masivamente, por medio de la pantalla.

El art déco

El Art decó como categoría artística cuya historicidad aparece, ya muy tardíamente en los años sesentas, cuando en la época psicodélica se vuelve la mirada atrás para rescatar las composiciones que a partir de figuras lineales y contrastes de color, logran efectos de caleidoscopio, se eleva y reconoce, como movimiento artístico, reflejo de toda una época de coyuntura mundial. Por lo que se hizo necesaria una relectura que expuso la manera en que anteriormente “trata[ron] de resolver un problema que rebasa lo estético, para explicar, contradecir, afirmar o proponer algo que tiene que ver con la estructura de la sociedad que lo produce. En cambio el déco, cuyos productos son también susceptibles de ser leídos por su estructura simbólica, supo siempre que además de la preocupación plástica por lo estético, su destino fue –en el campo de los objetos- hacer artefactos que acompañaran al poseedor en su vida cotidiana con un componente básico, la utilidad”(2)

La gran contradicción entre tecnología y arte, la producción en serie y la idea que la obra artística debe ser única, porque de otro modo irremediablemente perdería la sustancia de su originalidad es pasada del largo por los artistas de esta corriente, quienes buscan además de un marcado sentido estético, el funcionalismo, concepto que se vuelve determinante, por lo que no nos extraña encontrar en los catálogos dedicados al déco, objetos tan cotidianos como tazas, relojes y floreros entre otras cosas, es por esto que durante mucho tiempo fue despreciado, pero es indispensable entender que “si bien es cierto que el art déco en un principio se caracterizó por un culto al lujo, dirigido hacia una élite de consumo y apreciación artística, por otro lado su encauzamiento era para las masas, basado en ideas socialistas y revolucionarias”(3)

De este modo es fácil explicarnos el uso de los medios de difusión de éstas imágenes y su masificación en objetos de uso cotidiano, una sociedad consumista y muchas necesidades creadas, exigían la promoción de las mercancías, por lo que la publicidad se volvió una necesidad, es aquí donde los medios impresos revelan su verdadera efectividad, más allá de la sola difusión de ideas como texto sino la difusión de conceptos a través de las imágenes.

(1) Enrique X. De Anda Alanis, “ El déco en México, arte de coyuntura”, en Art déco un país nacionalista, un México cosmopolita,(catálogo de exposición)México, Museo Nacional de arte, INBA, 1998.p.42
(2) Ibid. p. 34.
(3) Javier Esqueda, El art déco, retrato de una época,Centro de investigación y servicios museológicos, UNAM, México, 1986, p.15.

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