Poca gente sabe que tengo dos novelas favoritas: una, Santa de Federico Gamboa y la otra Lolita de Vladimir Nabokov. De la mexicana hablaremos en otra ocasión, porque hoy se cumplen 51 años de la primera edición estadounidense de la historia de Humbert Humbert y su adorada Dolores Haze de doce años.
Vladimir Nabokov (1899-1977), de origen ruso vivió en el exilio debido a la Revolución Bolchevique, primero en Europa y después en Estados Unidos donde escribió Lolita en 1953. La novela siempre calificada como una de las mejores, es una descripción perfecta del interior de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial a través de un recorrido por carreteras y moteles, lo que hace de ella una suerte de “road novel”. Con un gran manejo de una lengua extranjera Nabokov logra describir la obsesión con gran ternura:
Ahora creo llegado el momento de introducir la siguiente idea: hay muchachas, entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana sino la de las ninfas (es decir demoniaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales, muy a menudo, son mucho mayores que ellas (hasta el punto de doblar, triplicar e incluso cuadruplicar su edad). Propongo designar a esas criaturas escogidas con el nombre de nínfulas.
Debe advertirse que sustituyo las limitaciones espaciales por las temporales. De hecho, quisiera que el lector considerara “nueve” y “catorce” como los límites –playas de aguas relucientes como espejos, rocas rosadas-- de una isla encantada, reino de esas muchachas a las que denomino nínfulas, y rodeada por un mar vasto y brumoso. Entre esos límites, ¿son nínfulas todas las niñas? No, desde luego. De lo contrario, los hombres capaces de penetrar ese secreto, es decir, los peregrinos solitarios, los ninfulómanos, se volverían locos. Tampoco es la belleza un criterio determinante, y la vulgaridad –o, al menos lo que una comunidad determinada considera como tal-- no daña forzosamente ciertas características misteriosas que dan a la nínfula esa gracia etérea, ese evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual se distingue de sus contemporáneas que dependen incomparablemente más del mundoespacial de fenómenos sincrónicos que de esa isla intangible de tiempo hechizado donde Lolita juega con sus semejantes. Dentro de los mismos límites temporales, el número de verdaderas nínfulas es harto inferior al de las jovenzuelas provisionalmente feas, o tan sólo agradables, o “simpáticas”, o hasta bonitas y atractivas, comunes, regordetas, informes, de piel fría, niñas esencialmente humanas, con vientrecitos abultados y trenzas que acaso lleguen a formarse en mujeres de gran belleza (pienso en los feos tapones con medias negras y sombreros blancos que se convierten en deslumbrantes estrellas cinematográfica). Si pedimos aun hombre normal que elija a la niña más bonita en la fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una gota de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo (¡oh cómo tiene uno que rebajarse y esconderse!), para reconocer de inmediato, por signos inefables –el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelados y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas de ternura me prohíben enumerar--, al pequeño demonio mortífero entre el común de las niñas; pero allí está, sin que nadie ni siquiera ella, sea consciente de su fantástico poder.*
Una novela de interesante sinceridad y pureza no encontró editor pronto y por eso se publicó primero en Francia (1955) y en Estados Unidos 3 años después pues alteraba demasiadas buenas conciencias. Seguramente por que temían ver algún desvarío reflejado en esas líneas; respecto a la novela el autor comentó en 1964 para la revista Life lo siguiente:
I would say that of all my books Lolita has left me with the most pleasurable afterglow —perhaps because it is the purest of all, the most abstract and carefully contrived. I am probably responsible for the odd fact that people don't seem to name their daughters Lolita any more. I have heard of young female poodles being given that name since 1956, but of no human beings.
Por supuesto, mi poodle se llama Lolita, Lo.
Una novela así es imposible llevar al cine tal como Nabokov la escribió, sin embargo hay dos intentos el primero de 1962 en manos de Stanley Kubrick quien acostumbraba no respetar las novelas para crear versiones completamente diferentes aunque brillanntes, basta recordar el Resplandor de Stephen King y 2001 Odisea del espacio de Arthur C. Clarke, Lolita no fue la excepción. La segunda versión de 1997 tiene como gran valor la impecable actuación de Jeremy Irons como Humbert , pero de Lo, nada.
Las adaptaciones en el cine y las miles de páginas que se han escrito para descalificar y alabar la historia ayudaron a insertar una categoría llamado lolita que designa tanto un estilo de pornografía de protagonistas aniñadas y un estilo de moda o subcultura que nació en Japón (¿dónde más?) en los años 80 que se caracteriza por rescatar la moda del rococó para parecer una muñeca, o un trasvesti si no se tiene cuidado, nada que ver con una nínfula.
Referencias:
*Vladimir Nabokov, Lolita, Barcelona, Anagrama, 1991 pp.24-24
Wikipedia
Mtv news room
Lolita fashion
1 comentarios:
Oh, nínfulas. Niñas del Bien y del Mal, de Dios y el Demonio; ustedes que tienen, como todo, su dualidad. Niñas agraciadas y desgraciadas que con su existencia hacen del mundo un lugar mejor o más lúgubre e inhospito. La mayoría de los hombres las adoran, nínfulas, pero no saben que en su dualidad, existen las que no son malvadas, esas que no viven para su propia vanidad.
Desde que una niña de cuatro años puede rechazar a un hombre con una mirada de desconfianza, desde los cuatro años, HE DICHO, 4 años, son unas malditas. Por el contrario, las niñas que saben que están para hacer el bien. Que saben, instintivamente, que su misión, aquí en la Tierra, es ayudar al Hombre, a esos hombres que han caído en un vacío existencial, a seguir su camino, a recuperar la fe en Dios (la vida); niñas hermosas desde los cuatro años hasta los 12 (el fin de su estado natural como nínfulas) que, con una mirada y una sonrisa, enternecen y vulneran a los hombres más recios; niñas que se acercan mansamente para caer en los brazos masculinos de alguien atormentado, necesitado de amor, de compasión… niñas interesadas en el aprendizaje intelectual, que no reprimen su sexualidad, que se dejan llevar por el romance del momento, a tan corta edad; esas son el camino a la Redención de nosotros, los hombres. Nínfulas del Bien que se complementan con los que sienten amor por las niñas. Porque una niña es una nínfula y una redentorcita a la vez, y sólo ella decide qué es lo que desea ser. Oh, redentorcitas, ¿dónde están? El mundo sufre, los hombres temerosos de Dios (la vida), esos que desean una simple compañía que alivie su enfermo y solitario corazón, sufren, sin ustedes…
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