viernes, mayo 8

I'm simply plastic without you. A propósito de una exposición

Estados Unidos 1959, una chica plástica llamada Barbara 'Barbie' Millicent Roberts hizo su aparición en una feria de juguetes en Nueva York, era una apuesta arriesgada para sus creadores pues las muñecas que se comercializaban normalmente a las niñas eran de otro estilo, para nada con actitudes adultas. Resulta que las mujeres de los años cincuenta aún en la infancia ya no vivían como sus predecesoras. Las guerras mundiales las habían obligado y permitido a la vez como nunca antes integrarse a la economía y a la vida activa fuera de su hogar y en tiempos de paz fue imposible limitarlas al papel de madres y educadoras.

Por entonces corría la Guerra Fría y el bloque capitalista necesitaba símbolos y paradigmas que no dejaran duda de su superioridad ante la Unión Soviética, donde por cierto, la moda no era un asunto mínimamente importante; pero Barbie con su traje de baño a rayas, su colita de caballo y perfecto maquillaje con todo y lunar se convirtió en el símbolo del sueño americano. El paradigma de la mujer independiente, consumista y siempre perfecta producto de la economía de libre mercado.

Esta fashion doll es una versión tridimensional de las muñecas de papel para vestir que surgieron en Francia durante el siglo XVIII y se popularizaron en el XIX cuando aparecían en libros, periódicos y revistas o de manera suelta pues se elaboraban como cromolitografías y las más finas se coloreaban a mano, para el siglo XX se producían masivamente y eran muy populares por lo cual una muñeca de moda a la que se podía comprar un guardarropa ocupaba un nicho hasta entonces vacío, la aspiración infantil y las nuevas posibilidades que ahora estaba a su alcance con posibilidades más reales.

Mark Ryden, Saint Barbie


Hablar de Barbie es cosa seria, no solo para las millones de niñas que han crecido con ella. Como todo objeto producido por el hombre es historiable, ha cambiado con el tiempo según la circunstancia, un símbolo de afirmación norteaméricano hasta el final de la Guerra Fría en 1989 – 1991 y un intento de arquetipo multicultural a raíz de la globalización cuando se le ha transformado con razgos étnicos específicos de la multitud de mercados desde México hasta Sudáfrica.

Hasta el 10 de mayo se puede ver en el museo Franz Mayer una pequeña exposición protagonizada por Barbie celebrando su 50 aniversario. Más que un discurso museográfico acabado, pues material había de sobra, la exposición sólo es eso, una muestra; como asistir a la casa de alguien que nos presume su colección de maravillosas muñecas. Además de la introducción las cédulas no aportan mucha información y uno termina por saltarlas.

Se pueden ver algunas muñecas notables como la Barbie original de 1959, la clásica, por lo menos de mi niñez de lo más rocker de 1987, la astronauta, la versión de la modelo inglesa Twiggy, algunas que portan trajes de diseñador, la más notable es la del clásico de Christian Dior y algunas muñecas de ediciones para coleccionistas muy recientes pero imposibles de ignorar como la que rinde homenaje a Elizabeth Montgomery de la serie Bewitched.

Me parece que un objeto tan arraigado en la cultura popular como lo es Barbie merecía un estudio más profundo. No voy a decir que todas las niñas queremos ser o vivir a su modo pero es imposible negar que su referencia en la niñez nos recuerda que podemos hacer todo pues el slogan we girls can do anything de 1985 y años siguientes, es muy inspirador, más allá de sus medidas. Finalmente Barbie es sólo plástico, somos nosostros quienes la dotamos de trascendencia en el tiempo. Por sus virtudes y controversias Barbie es una veta para el historiador cultural, en esta ocasión la oportunidad se desperdició.



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