jueves, julio 16

Sueños de la luna en la tierra parte 1/2

La luna siempre ha sido una tentación para la imaginación, es imposible ignorarla; forma parte de muchos mitos antiguos y su influencia en la tierra se deja ver en las mareas, capitales para la navegación y el comercio, además de la agricultura, e incluso en nuestras funciones físicas, especialmente entre las mujeres, pues una buena medida de agua nos constituye.
Romántica y científica nuestro satélite natural es una constante cultural y la idea de alcanzarla un gran sueño. Tan lejana pero no tanto, como nuestra estrella más cercana (próxima centauri), es protagonista de los relatos de ciencia ficción más tempranos, escritos entre el interés empirista del siglo XVII como The Other World: The Comical History of the States and Empires of the Moon de 1657 de la pluma de Cyrano de Bergerac y después de los relatos que resultaron durante la Segunda Revolución Industrial y los triunfos tecnológicos del siglo XIX cuando Julio Verne escribió sus novelas De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna de 1865 que inspiraron a su vez a Georges Méliès para su película de 1904 cuya escena principal, donde un disparo de cañón lleva a los estudiosos a la luna, nos acerca un poco más a nuestro tema principal, la carrera espacial.



Aún nos encontramos en los años anteriores, entre el velo de misterio e inocencia de la luna. Durante buena parte del siglo XX la existencia de los selenitas (vasallos de la deidad griega lunar), era posible, obligando a más de uno a mirar al cielo con curiosidad.
Las manchas en la superficie de la luna forman extrañas figuras, un conejo, una virgen, un hombre, según la tradición local y soportaron también el mito del hombre en la luna; todavía en 1928 una liberal flapper llamada Helen Kane cantaba así sobre su soledad:

There's two lonesome people in the whole wide world,
It's me, the man in the moon.

You know, and if my sweetie keeps me waiting,
You know what I'm gonna do?
I'm gonna get myself a big balloon, a big one,
And I'll travel through the air in that big balloon,
And have a love affair with the man in the moon!


Se refiere a ese habitante de la luna, tal vez un exiliado cuya figura melancólica se perfila en la luna, uno de los referentes más importantes de la cultura tanto en Occidente como en Oriente que en unos años sería presa de los intereses políticos y económicos para perder buena parte de su romanticismo y misterio en el camino.



Avancemos un poco más hacia la carrera espacial. El régimen nazi y el interés de Hitler por desarrollar armas eficientes y novedosas ayudó a desarrollar la tecnología de los misiles. La Wermacht atacó varias ciudades con este método de largo alcance con el que no contaban los aliados ni la URSS.
Al final de la guerra ambos bandos se repartieron el mundo, entre eso estaban los científicos nazis como Wernher von Braun, quien a pesar de haber colaborado en la planeación y construcción de campos de concentración, pasó a las filas de científicos en Estados Unidos en el inicio de la Guerra Fría donde el enfrentamiento entre el régimen de Stalin y el mundo capitalista obligaron a ambas potencias a desarrollar misiles de gran alcance o intercontinentales para atacar lugares tan lejanos como Moscú o Washington según el caso en un escenario de paranoia total de la doctrina MAD, es decir la destrucción asegurada de ambos contrincantes con armas nucleares: Mutual assured destruction, el equilibrio del terror.


Belka y Strelka promición soviética de los logros espaciales


Así llegamos a la Carrera espacial, fue en octubre de 1957 cuando la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial, El Sputnik un pequeño aparato de apenas 83 kg que media a través de ondas de radio algunos aspectos de la atmósfera. Hoy no parece gran cosa pero causó terror entre los estrategas Estados Unidos pues significaba no sólo un gran avance científico del enemigo sino que también contaban con un misil de fuerza y alcance suficiente como para atacarlos.
Rusia continuó su avance indetenible, llevó al espacio insectos, plantas, animales (los célebres belka y Strelka y Laika), y finalmente en abril 1961 al primer cosmonauta Yuri Gagarin que consiguió fama mundial por su hazaña de sobrevolar la tierra desde el espacio en su nave Vostok 1, su experiencia la describió así:
“contemplé con gran emoción ese mundo nuevo y desusado, procurando verlo todo y grabarlo en mi memoria. Por la ventanilla se asomaban unas estrellas asombrosamente brillantes y frías. Estaba muy lejos de ellas -¡tan lejos!-, pero desde la órbita del Vostok parecían más próximas que desde la tierra.”*

En occidente la hazaña soviética los dejó helados, pero no por mucho tiempo, pues en mayo de ese mismo año el entonces presidente Kennedy declaró la necesidad de superar a su muy adelantado enemigo en esta carrera espacial y se comprometió a llevar un hombre a la luna para el final de la década de los 60 a pesar que sumaban más fracasos que éxitos para alcanzar su objetivo.



Yuri Gagarin en una tarjeta postal. promocional soviético de los logros en la carrera espacial


* Yuri gagarin, Mi primer viaje por el espacio, fragmento, tomado de Reportaje de la Historia, 114 relatos de testigos presenciales sobre hechos ocurridos en 25 siglos, México, Planeta 1990, t. 4 pp. 9-10

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